Todavía tenemos oportunidad de ver el cometa Pons-Brooks al atardecer. Su envoltura luminosa, llamada coma, tiene ahora una magnitud de +5 y es visible a ojo desnudo, aunque ya requiere pericia descubrirlo. Se encuentra bastante bajo en el horizonte al atardecer, aun así, todavía puede proporcionarnos alguna alegría e incluso podemos obtener más imágenes de este fascinante visitante periódico.
El “cometa diablo”, como le llaman popularmente, oficialmente Pons-Brooks, sigue una órbita excéntrica que le sitúa, la mayor parte del tiempo, en los remotos confines del sistema solar. Su punto más alejado del Sol (llamado afelio) está a más de 33 veces la distancia media entre la Tierra y el Sol.
Pons-Brooks visita la región interior de los planetas rocosos, nuestro entorno, cada 71,2 años. Al acercarse al Sol se produce una actividad criogénica interna que lo engalana con una brillante coma y una variante cola.
La formación de esas preciosas características, tanto la coma como las colas, que hacen únicos a los cometas, es consecuencia de que el Sol calienta los hielos que forman parte de su núcleo, de unos 35 km de diámetro.
Los estallidos del cometa
Este cometa ha mostrado una gran variabilidad, exhibiendo varios estallidos luminosos como consecuencia de la sublimación súbita de los hielos de su superficie. La corteza externa del cometa se debilita y, al fragmentarse, la presión del gas lanza al espacio pequeños bloques de materiales agregados de baja consistencia. Al exponerse a la radiación solar continúan fragmentándose.
Formados por una frágil amalgama de hielos, materia orgánica y finas partículas de polvo micrométrico, contribuyen a dispersar la luz solar, dando esa apariencia neblinosa a la coma, y a producir la cola de polvo.
Los gases emitidos se ionizan por la interacción con las partículas cargadas del viento solar y producen la preciosa cola iónica, típicamente azulada.
En su rotación sinódica (alrededor del Sol) de unas 57 horas, las regiones activas del cometa 12P/Pons-Brooks quedan expuestas periódicamente a la radiación solar. Cuando los hielos se calientan se subliman y, como consecuencia, lanzan grandes chorros de gas y polvo hacia la coma. Esa inyección continua de partículas hacia afuera participa en mantener la luminosidad de la coma y sostener las colas del cometa.
La observabilidad del cometa en los próximos meses
La geometría en la que en esta ocasión observamos el tránsito del cometa por el sistema solar no ha sido la más favorable, pero se ha mantenido accesible varios meses en el cielo de la tarde.
Todavía queda alguna oportunidad de verlo tras pasar el perihelio, antes de que se marche hacia el hemisferio sur y se aleje, hasta su próximo paso a finales de junio.
En estos últimos días de marzo apreciaremos cómo el cometa se acerca angularmente al Sol alcanzando menos de treinta grados de elongación y, por tanto, obligándonos a verlo al atardecer. Para observarlo tenemos que buscar un lugar elevado y libre de contaminación lumínica hacia el oeste.
En pleno crepúsculo es más difícil verlo a simple vista. Unos prismáticos 7x50 ó 10x50 ayudarán a enfocar la región del horizonte donde esperamos que se encuentre. El cometa tendrá una apariencia nebulosa que lo hará fácil de distinguir de las estrellas. También podremos intuir su cola en dirección contraria al Sol.
Es de esperar que en las próximas semanas el cometa alcance magnitud estelar 4 mientras se adentra en la constelación de Áries.
Hasta principios de abril tendremos oportunidad de observarlo desde el hemisferio norte. A partir de principios de mayo se encontrará en la constelación de Tauro, visible preferentemente desde el hemisferio sur, aunque ya al límite de la observación a simple vista.
Este cometa todavía proporcionará fotografías espectaculares para los astrofotógrafos más versados, tras haber pasado por el perihelio y desarrollado su cola de polvo.
Después se alejará hacia los remotos confines del sistema solar.
Josep M. Trigo Rodríguez, Investigador Principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias, Instituto de Ciencias del Espacio (ICE - CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.