Este viernes, 27 de diciembre, la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona, de la mano del ayuntamiento, ha renombrado el salón de actos de su sede, ubicado en la antigua iglesia del convento de las salesas, como Salón Pinaquy. Esta decisión busca rendir homenaje a la figura de Salvador Pinaquy, ingeniero labortano que desempeñó un papel fundamental en la historia de Pamplona.
En el acto ha estado presente el alcalde de la ciudad, Joseba Asirón y el presidente de la Mancomunidad, David Campión. Junto a ellos, Juan Antonio Gil, miembro de la Asociación de Amigos de Pinaquy, ha dado unas breves pinceladas sobre la biografía y los logros de este industrial e inventor que fue el artífice de la traída de aguas a Pamplona durante el asedio de la ciudad en la tercera guerra carlista, a finales del verano de 1874.
Inaugurada en 1905, la iglesia del convento de las salesas fue un referente arquitectónico y de culto para la ciudad. Desde el otoño pasado, este espacio ha servido como salón de actos y recibió inicialmente el nombre de Salón Ansoleaga, en reconocimiento al arquitecto que diseñó el convento. Sin embargo, la Mancomunidad ha considerado oportuno cambiar esta denominación para destacar la figura de Salvador Pinaquy.
Con este renombramiento, la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona quiere honrar la figura de Salvador Pinaquy y su legado, así como destacar la importancia de la historia y el patrimonio de nuestra ciudad.
El Salón Pinaquy es un espacio donde se celebran eventos y actos culturales.
Salvador Pinaquy
Nacido en Bayona, se trasladó a Pamplona en 1848 e instaló una ferrería en el Molino de Caparroso. Allí se dedicó, sobre todo, a la maquinaria agrícola, inventando incluso un arado que lleva su nombre, Pinaque.
Durante el Sitio de Pamplona (1874-1875), el ejército carlista bloqueó el suministro de agua procedente desde Subiza y fue entonces cuando este ingeniero propuso la provisión de agua a la ciudad a través de un proyecto hidráulico capaz de traspasar el agua de un manantial situado junto a su lugar de trabajo, hasta el depósito municipal situado en San Ignacio y de ahí a las fuentes de Pamplona. Aquella proeza de la ingeniería sirvió para evitar muchas enfermedades y salvar muchas vidas.
A él se le debe, además, la subida de aguas al fuerte San Cristóbal, la maquinaria del puente elevadizo del Portal de Francia y la electrificación y alumbrado de muchos puntos de Pamplona, como el café Iruña, entre otros.
Su legado ha estado muy presente a lo largo de todo el siglo XX en la ciudad, ya que sus sucesores y precursores de Casa Sancena fueron los artífices de las fuentes verdes con cabeza de león, típicas de Pamplona, así como de la barandilla con la figura del león y de las tapas de alcantarillas Sancena en las que la Mancomunidad plasmó durante tantos años su logo.