Miles de peregrinos han llegado este fin de semana al castillo de Javier para participar en la primera Javierada del año, una de las citas más emblemáticas de la fe en Navarra. Desafiando el frío, la lluvia y el viento, los fieles han caminado hasta la cuna de San Francisco Javier en un acto de devoción y entrega. En la eucaristía central, el Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Florencio Roselló, ha dirigido una homilía en la que ha puesto el foco en la misión evangelizadora de la Iglesia y su papel en la sociedad actual. Según han contabilizado desde Policía Foral se han congregado un total de 38 autobuses y 886 turismos, unas 5.450 personas, calculan.
El Arzobispo ha recordado el magnetismo de San Francisco Javier, cuya figura sigue atrayendo a miles de personas año tras año a su casa natal. «Ni la lluvia, ni el viento, ni el frío han impedido que, un año más, nos acerquemos a la casa de San Francisco Javier», ha afirmado, destacando que la vida del santo, aunque desarrollada lejos de su tierra, sigue dejando huella en la memoria colectiva.
Roselló ha subrayado la importancia de imitar el ejemplo del patrón de las misiones, quien renunció a una vida acomodada para llevar el evangelio a lugares donde nadie lo había anunciado antes. «De San Francisco Javier siempre se ha dicho que su pasión por predicar el evangelio no tenía límites. Renunció a las comodidades que le ofrecían en Javier, en España y en Francia. Vivió una juventud despreocupada, pero en medio de ese ambiente Dios le llamó, y él respondió con generosidad».
El arzobispo ha establecido un paralelismo entre la vida del santo y el evangelio del día, que narra las tentaciones de Jesús en el desierto. «Como Jesús, Francisco Javier fue tentado a elegir caminos más fáciles y cómodos, pero optó por la misión, por el sacrificio y la entrega», ha explicado. En este sentido, ha enfatizado que el compromiso cristiano implica vencer las tentaciones del egoísmo, la comodidad y la indiferencia, siguiendo el ejemplo del santo navarro.
Una Iglesia en salida
Uno de los mensajes más destacados de la homilía ha sido la llamada a recuperar la presencia de la Iglesia en la sociedad. Parafraseando al Papa Francisco, Roselló ha señalado que la Iglesia «es en salida o no es Iglesia». «La Iglesia no puede quedarse encerrada en sus paredes de siempre, ni centrarse solo en sí misma. La Iglesia hemos perdido la calle, y esa Iglesia en salida a la que nos empuja el Papa Francisco nos lleva a hacernos presentes en medio del mundo», ha manifestado.
El arzobispo ha insistido en la necesidad de acercarse especialmente a aquellos que se han alejado de la fe o que viven en situaciones de vulnerabilidad. «Nuestra misión es salir, llevar la buena nueva de Cristo a todos los rincones del mundo, especialmente a aquellos lugares más necesitados de la presencia de Dios. Hay personas que quieren construir una sociedad sin Dios y, aunque respetamos su opción, también nosotros tenemos derecho a manifestar que queremos construir nuestra vida en torno a Él».
Reflexión sobre la inmigración
Roselló también ha abordado la cuestión de la inmigración, estableciendo un paralelismo entre la historia del pueblo de Israel y la realidad de muchos migrantes en la actualidad. Ha citado el libro del Deuteronomio, donde se recuerda el origen errante del pueblo judío: «Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto y se estableció allí con unas pocas personas».
En este contexto, ha recordado el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este año, en el que el pontífice advierte sobre el trato que se da a los migrantes: «No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos».
El arzobispo ha animado a la comunidad cristiana a reflexionar sobre el trato que se da a quienes llegan a nuestras tierras en busca de un futuro mejor. «San Francisco Javier también fue inmigrante. Tuvo que aprender una lengua, conocer una nueva cultura y, desde ahí, evangelizar a los pueblos que no conocían a Cristo. Hoy aquí, en esta explanada, hay inmigrantes que rezan al mismo Dios que nosotros, que sienten devoción, y en algunos casos pasión por San Francisco Javier, que llevan varios años peregrinando a Javier. Dios los mira con los mismos ojos que a nosotros, ¿quién soy yo para hacer diferencias?».
Una Javierada de esperanza
En el tramo final de su homilía, Roselló ha vinculado la Javierada con el Jubileo de la Esperanza, al que ha convocado el Papa Francisco para este año 2025. Ha insistido en que la peregrinación no debe ser solo un acto personal, sino una experiencia compartida que motive a los cristianos a llevar esperanza a su entorno. «Nuestra experiencia de fe, de oración, de amistad, tiene que ser compartida con las personas de mi entorno. Que hoy y mañana compartamos y transmitamos lo que en Javier hemos vivido en esta peregrinación».
Con estas palabras, el arzobispo ha cerrado una homilía en la que ha invitado a los fieles a vivir la Javierada no solo como un acto de devoción, sino como un compromiso renovado con el evangelio y con los más necesitados.