Crónica por María Casado de Ávila
Apenas habían pasado seis horas del inicio de las fiestas cuando La Pamplonesa comenzó su marcha hacia la iglesia de San Lorenzo. Como cada año cientos de personas acudieron puntuales a la cita con la banda para entonar su mejor riau-riau.
Envueltos en un ambiente de lo más festivo el vals de Astrain no dejó de sonar hasta encontrarse con San Fermín. Y no era para menos, la banda desprendía un halo de entusiasmo, orgullo y algo de incredulidad todavía tras lo sucedido esa misma mañana.
La Plaza Consistorial comenzó a llenarse minutos antes del acto pero aún así había cabida para que las familias se asomasen con los más pequeños sin perder detalle.
Sin duda no se encontramos ante uno de los momentos más emotivos de las fiestas donde personas de la tierra y turistas se unen para bailar y festejar.
Los más próximos a la banda bailaban por parejas, sin embargo, esto no era lo más cómodo ya que el resto de asistentes bailaban con los brazos al cielo ladeando su cuerpo. Sin duda, este era con diferencia uno de los momentos más esperados por los pamplonicas y así nos lo hicieron ver al resto cuando sonó imperioso el primer “riau-riau!”.
Conforme la galardonada Pamplonesa ganaba espacio entre la multitud sus seguidores cantaban más y más alto. Poco a poco fueron avanzando rumbo a la calle Mayor muy bien arropados.







