Uno de los focos principales de la catástrofe acontecida en Valencia la pasada semana a causa de una DANA ha estado en las alertas: ¿llegaron tarde? ¿por qué no era consciente del riesgo la población afectada?
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) tiene la responsabilidad de emitir avisos meteorológicos, pero no debemos confundir estos avisos con alertas de riesgo, que son responsabilidad del gobierno autonómico a través del 112 y los gestores de la emergencia. A continuación, explicaremos en qué consisten las alertas, quién debería emitirlas y cómo se deberían establecer.
La confusión entre aviso y alerta
La AEMET, como agencia especializada en meteorología, solo tiene capacidad técnica para emitir avisos meteorológicos. Esto es, puede advertir sobre lluvias intensas, olas de calor o cualquier otro fenómeno meteorológico extremo. Esta información es esencial ya que nos indica, dentro de la incertidumbre, tanto la ubicación como la intensidad esperable del meteoro. Ahora bien, se trata de una información insuficiente para emitir la alerta.
La alerta debe anticipar cómo esos fenómenos meteorológicos extremos, o de otra índole, impactarán sobre las personas. Esto es, las alertas informan sobre cómo de expuesta y de vulnerable es la población a sufrir los efectos de una catástrofe natural.
No basta, por tanto, con saber cuánto y dónde va a llover, sino que también necesitamos establecer cómo esa lluvia se transformará en riadas y cuáles serán las zonas potencialmente afectadas. Necesitamos acoplar las predicciones meteorológicas con modelos hidrológicos (en el caso de riadas), datos sobre la configuración del terreno e información sobre la población y elementos vulnerables.
Un error en la comunicación del riesgo que entrañaba esta gota fría ha yacido en que se confundió a la población, ya que muchos consideraron que el peligro acababa con las lluvias. En algunas de las poblaciones devastadas por la riada apenas llovió, por lo que la población no era consciente del riesgo.
Tanto el aviso de AEMET como los primeros mensajes enviados por la Generalitat Valenciana eran por precipitaciones, y no por riadas. Esto indica la necesidad de una mayor claridad y precisión en los mensajes, y la importancia de no confundir aviso meteorológico con alerta de riesgo.
¿Quién debe emitir las alertas de riesgo?
Las alertas de riesgo deberían ser emitidas por especialistas en emergencias. Esto es, la AEMET debería contratar a técnicos de emergencias para adquirir esta capacitación.
Sin embargo, para evitar duplicidades y aumentar la eficiencia, lo óptimo sería que las alertas las emitan los propios gestores de emergencias. A fin de cuentas, son los profesionales de las emergencias quienes lidian con estos fenómenos a diario, quienes mejor entienden el riesgo y su mitigación, y los mejor capacitados para emitir las alertas.
En la actualidad, tanto los técnicos de emergencias como quienes investigamos en esta materia nos encontramos con graves limitaciones, como es la falta de acceso a los pronósticos meteorológicos.
Problemas para mejorar las alertas
Las alertas de riesgo deben partir de los pronósticos meteorológicos. Desafortunadamente, los pronósticos meteorológicos detallados no son compartidos por las agencias meteorológicas.
Como estos datos no están disponibles para la comunidad científica, no los podemos usar para desarrollar, ni testar, los sistemas de alerta anticipada.
Por ejemplo, nosotros lideramos el proyecto “FASTFIRE: Desarrollo de un sistema de alerta anticipada de incendios extremos e intensos”, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Para el desarrollo de este proyecto solo podemos contar con datos de pronóstico de modelos internacionales, que tienen una resolución muy gruesa y, por tanto, no operativa, y con reconstrucciones climáticas internacionales.
Incluso los datos históricos que AEMET pone a disposición de la ciudadanía son incompletos y no comparten registros básicos como, por ejemplo, la humedad relativa (un parámetro clave para entender el riesgo de incendios forestales). Algunas agencias regionales son aún más celosas con sus datos. Necesitamos establecer una interacción más fluida entre agencias meteorológicas, gestores de emergencias e investigadores para dar respuesta a una necesidad social acuciante.
Prealerta y mapas de riesgo: la asignatura pendiente
Otro aspecto esencial para la gestión de la emergencia está tanto en la formación como en la información a la población sobre los riesgos a los que están expuestos por su lugar de residencia. Resulta difícilmente justificable que, a día de hoy, no dispongamos todavía de mapas detallados sobre zonas con riesgo de inundación (que indiquen la altura de riadas históricas), de incendios o de cualquier otro desastre natural.
Necesitamos desarrollar estos mapas de prealerta y explicar conceptos básicos como el período de retorno, para que los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas acerca de su lugar de residencia o de vacaciones.
En formación a técnicos en emergencias, se ha acuñado el término “propietario del riesgo”. Si mi casa está en zona inundable (o en la trayectoria de incendios forestales intensos), debo ser consciente de que soy el propietario de ese riesgo. Por ello debemos facilitar la información clara y directa a los ciudadanos adultos, puesto que debemos ser conscientes de nuestros riesgos.
Comunicación
El último elemento para una alerta efectiva está en su comunicación temprana. Los protocolos de activación anticipada de emergencias se deben emitir tan pronto como sea posible, pero requieren de 48 horas de antelación para poder efectuar un despliegue óptimo. Las alertas a través de los teléfonos móviles son útiles, estas no deben reemplazar a las alertas por megafonía para tratar de llegar a toda la población.
Son muchos los factores que han fallado en la gestión de la emergencia creada por la gota fría actual. Una emergencia que, recordemos, ha ocurrido a escala nacional, y hemos tenido que lamentar fallecidos en tres comunidades autónomas distintas.
Aunque las gotas frías han existido desde siempre en el Mediterráneo, el cambio climático aumentará su recurrencia e intensidad, al igual que lo harán otros fenómenos extremos como los megaincendios y las olas de calor.
Afinar el sistema de alertas tempranas pasa por mejorar la interacción entre administraciones, organismos públicos de investigación y ciudadanía en general, algo que no puede esperar. También sería de recibo que los gestores políticos recibieran un mínimo de formación, y que sean capaces de entender la diferencia entre aviso y alerta, junto con la incertidumbre asociada a los pronósticos.
Víctor Resco de Dios, Profesor de Ingeniería Forestal y Cambio Global, Universitat de Lleida y Domingo Molina Terrén, Profesor titular de universidad, Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.