ras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Europa debe prepararse para una nueva era de proteccionismo económico. Las políticas de Trump durante un segundo mandato tendrán sin duda importantes consecuencias para la economía del continente, la estabilidad geopolítica y los avances en la lucha contra el cambio climático, y pueden incluso amenazar el futuro de la propia globalización.
Es mucho lo que está en juego para Europa. Más allá de décadas de cooperación política y cultural, la Unión Europea y EE. UU. mantienen la mayor relación bilateral de comercio e inversión del mundo, que, en su punto álgido en 2021, alcanzó los 1,2 billones de euros.
Aranceles, China y daños colaterales
La preocupación económica más inmediata para Europa serán los aranceles. Trump ha planteado la idea de sustituir el impuesto federal sobre la renta por aranceles generalizados que oscilen entre el 10 % y el 20 %. El aumento de los aranceles afectará a Europa tanto directa como indirectamente.
El impacto directo será el aumento de los aranceles sobre las exportaciones europeas en todas las categorías, desde el acero y los vehículos hasta el queso y el vino, con el objetivo de hacerlas menos competitivas en los mercados estadounidenses.
Aunque los aranceles no se dirijan directamente a los productos europeos, las empresas europeas podrían sufrir si EE. UU. decide aplicar sanciones a los productos que utilicen piezas o tecnología chinas, o presiona a Europa para que se desvincule de China.
La economía europea está profundamente integrada en las cadenas de valor mundiales, y China es su segundo socio comercial de bienes después de EE. UU.: el comercio bilateral entre la UE y China alcanzó los 739 000 millones de euros en 2023.
Las principales importaciones europeas procedentes de China son equipos de telecomunicaciones, maquinaria y aparatos eléctricos y máquinas automáticas para tratamiento o procesamiento de datos. Sus principales exportaciones son automóviles y vehículos, medicamentos y otra maquinaria. Todos ellos son sectores clave y si se bloquean o cortan perjudicarán profundamente a la economía europea. Por tanto, los esfuerzos de Estados Unidos por frenar el avance económico y tecnológico de China pueden infligir daños colaterales a Europa.
En un discurso pronunciado en junio en el campus del IESE en Madrid, el premio Nobel Joseph Stiglitz señaló que a los europeos les resulta difícil comprender la “paranoia” bipartidista y profundamente arraigada que Estados Unidos siente hacia China. En sus palabras, “es una parte muy importante del pensamiento estadounidense porque sucede en ambos partidos, y se centra mucho en la economía”.
Geopolítica y gasto en defensa
Mientras que la política exterior de Biden fue definida por su secretario de Estado, Anthony Blinken, como una “diplomacia basada en valores”, Trump probablemente volverá a nombrar a Michael Pompeo, o a otro republicano con un perfil similar, que pondrá su comprensión de los intereses estadounidenses en primer plano.
Para Europa, esto significará probablemente una reducción drástica del apoyo estadounidense al gobierno de Ucrania, así como una presión renovada sobre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) pues Estados Unidos sigue financiando algo menos del 70 % del presupuesto de la OTAN.
Por supuesto, este proceso llevará algún tiempo pero obligará a los países europeos a tomar decisiones en materia de defensa. Una opción será aumentar drásticamente el gasto tanto para Ucrania como para la OTAN, lo que repercutirá en los ya de por sí ajustados presupuestos de todo el continente.
Es probable que el Reino Unido y los países del norte de la UE apoyen la vía de un mayor gasto en defensa para mantener a raya las ambiciones rusas, pero es improbable que otros países de la UE, como Hungría, respalden fuertes aumentos.
Sin un fuerte apoyo de Europa, Ucrania podría no tener más remedio que negociar algún tipo de alto el fuego o acuerdo que ceda Crimea y algunas de sus provincias orientales a Rusia. El riesgo es que, a medio y largo plazo, Rusia vea una victoria parcial en Ucrania como una luz verde para continuar su expansión en Moldavia y, tal vez, en los países bálticos.
Cuestiones en torno a la inflación y el cambio climático
Otra gran cuestión económica para Europa será el futuro de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de 2022 de la administración Biden, la mayor legislación medioambiental de la historia de Estados Unidos. Para muchos gobiernos europeos, la IRA viola claramente las normas comerciales globales de la Organización Mundial del Comercio, e incentiva inversiones que, de otro modo, habrían ido a parar a Europa.
Aunque Trump ha dicho que se opone a la IRA y que no cree en el cambio climático, muchos de los subsidios de la IRA han ido a parar a estados controlados por los republicanos y será difícil desenmarañarlos. Al mismo tiempo, Trump ha dejado claro que dará rienda suelta al desarrollo de los combustibles fósiles y una vez más retirará a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima.
La vacilación de Estados Unidos en cuestiones medioambientales reforzará la oposición a la transición de Europa hacia una economía baja en carbono. Es posible que la búsqueda de la independencia energética de Europa y la voluntad de la población europea sean suficientes para mantener el impulso, pero los críticos de las políticas verdes se envalentonarán, especialmente en cuestiones de costes.
El futuro de la globalización en juego
Quizá el mayor peligro de una administración Trump sea el futuro de la propia globalización. La última reunión de las naciones BRICS en Kazán (Rusia) dejó claro que varios países de todo el mundo quieren cambiar la estructura misma del orden internacional que el mundo ha disfrutado durante los últimos 60 años aproximadamente.
Hará falta algo más que cuatro años de políticas proteccionistas en Estados Unidos para deshacer las cadenas de suministro mundiales y los patrones comerciales de larga data. Sin embargo, esta segunda administración de Trump puede marcar un punto de inflexión, y puede que le suceda otro republicano que continúe por el mismo camino.
Con el tiempo, podríamos asistir al fin de la globalización tal y como la conocemos, y a la aparición de dos o tres bloques comerciales en todo el mundo cercados entre sí por aranceles elevados, tensiones geopolíticas y sistemas y filosofías políticas diferentes.
Mike Rosenberg, Professor of the Practice of Management of Strategic Management, IESE Business School (Universidad de Navarra)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.