Estos días, los diarios hacen eco sobre los “estragos” de los castores en la Magdalena, pero muchos desconocemos los factores positivos de la vuelta de estos animales en un ecosistema que abandonaron hace décadas por el efecto humano
Por Javier Fabo Induráin
Pamplona/Iruña, 3 de diciembre
Casi la totalidad de los ríos de la Península Ibérica están enfermos. Algunos han desaparecido. Muchos ríos no consiguen llegar al mar. Los cauces están interrumpidos por innumerables presas. Los tramos donde un pueblo o ciudad se ha construido en su rivera, los sotos se han transformado en lúdicos parques y aparcamientos.
La mayoría de los humanos vivimos de espaldas al río. Solo vemos agua de la que aprovecharnos o los usamos como cloacas. Los ríos están pidiendo auxilio pero pocos interpretan sus lamentos.
Grandes infraestructuras se abren camino por valles y montañas, mientras miles de hectáreas de bosques arden por nuestra insaciable codicia.
Estos días, los diarios hacen eco sobre los “estragos” de los castores en la Magdalena. ¡Qué ironía!
Los castores han regresado y están reclamando lo que les pertenece
Los castores se extinguieron de la Península Ibérica hacia el siglo XVII por la caza a la que fueron sometidos. Son testigos de su existencia las más de 80 excavaciones paleontológicas donde aparecen sus fósiles y, son innumerables las citas escritas en antiguos libros de recetas, medicina, naturaleza, textil. Del castor se aprovechaba todo.
Solo unos pocos indios americanos interpretaron el vínculo que existe entre el castor y el río; El pueblo castor, así les llamaban. Como con sus dientes regulaban la vegetación espontánea que crece en islas y riveras, hoy sustituidos por dragadoras.
Los castores han regresado y están reclamando lo que les pertenece, que no es otra cosa que el cauce del río (ribera + lecho del río) y que no puede ser apropiado por propietarios privados.
D.J. Halley, gran experto en castores decía: La biología de la re-introducción del castor es muy conocida. El desarrollo de la población sobre un sistema fluvial y sus efectos ecológicos, pueden predecirse con una confianza razonable. Son los aspectos (humanos) sociales de las re-introducciones las que típicamente requieren de mayor atención, cuidado y previsión.
Los castores y la \'fluvio-felicidad\'
Los castores son capaces de modificar el ecosistema donde se establecen aumentando con ello la biodiversidad, sobre todo en los pequeños cauces donde construyen presas. Son muchos los beneficios que los castores aportan a los maltrechos ríos por lo que deberían estar protegidos. Proteger al castor es proteger al río.
Acérquese al río y, cuando vean los castores, les recorrerá por todo el cuerpo una sensación llamada “fluvio-felicidad”.
Pero a mi: ¿quién me paga los daños provocados por los castores?
Actualmente en España el castor está en un “limbo” legal, es decir, no es especie protegida, al contrario que en Europa, razón por la que la administración no se hace cargo de los daños. Estos daños, son pequeños, previsibles y cuantificables.
Choperas, frutales, maíz; cultivos que se encuentran en las riberas o muy cerca de ellas. Según el tipo de cultivo, la forma de la finca o, lo cercana que esté del cauce, requiere de distintas técnicas que pueden evitar esos daños. Pastores eléctricos se utilizan para grandes fincas de choperas o frutales. Rodear el tronco con malla metálica es muy eficaz para árboles ornamentales en parques o jardines. Las pequeñas fincas se pueden rodear con mallas metálicas de medio metro de altura como mínimo.
Por otro lado, muchos de los árboles de islas y riveras atacados por los castores, álamos y sauces principalmente, vuelven a retoñar, renovando con ello la cubierta vegetal.
Foto: Javier Fabo Induráin







