La misiva publicada por Carlo Maria Viganò hace unos días en la que acusaba al Papa Francisco de encubrir abusos sexuales ha levantado nuevas tensiones entre la cúpula más poderosa de la Santa Sede
Madrid, 28 de agosto de 2018
La carta de once páginas publicada por el arzobispo Viganò acusando al Papa de encubrir los abusos del cardenal Theodore McCarrick reaviva las tensiones que siempre han poblado el Vaticano, marcando una clara lucha de poder entre las diferentes autoridades religiosas. La situación queda aún más en el aire con la falta de una contundente respuesta por parte del propio Francisco desmintiendo las acusaciones.
Es conocida la falta de dinamismo entre Viganò y el Papa Francisco, pero no se entiende un ataque de estas dimensiones hacia la máxima autoridad de la Iglesia Católica sin el apoyo y colaboración de una gran parte de la cúpula vaticana. La carta, publicada en uno de los momentos más delicados de la institución católica tras la revelación de abusos a más de 300 menores por parte de sacerdotes en Pensilvania, fue traducida al inglés, francés y español y tiene una procedencia inequívoca del ala más conservadora del Vaticano.
El ataque contra Francisco tiene una clara conexión con las autoridades de la derecha católica norteamericana vinculada al Tea Party y de la que el cardenal Raymond Burke es una de las principales figuras. Su reacción a la carta no se hizo esperar, declarando que “las declaraciones hechas por un prelado de la autoridad del Arzobispo Carlo Maria Viganò deben ser tomadas muy en serio por los responsables en la Iglesia. Cada declaración debe estar sujeta a investigación, de acuerdo con la ley procesal aprobada por la Iglesia”.
Por su parte, también en pugna contra Francisco, el primer consejero de la nunciatura estadounidense, Jean-François Lantheaume, avalaba las acusaciones publicadas en la misiva Viganò ante la Catholic News Agency.
Ante esta tormenta que se cierne sobre la Santa Sede, con intentos claros de eliminar a Francisco del poder mediante gravísimas acusaciones, este decidió guardar silencio ante la prensa, sin desmentir ni confirmar tales hechos. Dejó en la mano de la «madurez profesional» de los periodistas la extracción de las conclusiones necesarias.
